sábado, 29 de mayo de 2010

Caminante del tiempo

Antes...

Caminabas por el cielo de la infancia
Tocabas las estrellas con tus dedos
Las robabas a hurtadillas al cielo
En ellas escribías todos tus deseos

Nunca llegabas a casa triste o malhumorada
Te manchabas de barro y no pasaba nada
No temías llorar, ni tampoco sacar tus alas
Eras auténtica, tierna y amada.

No mirabas tu reflejo en los escaparates
Ni te peinabas antes de salir de casa
¿Qué ha pasado de esa niña que nunca se cansaba?
La ha devorado el tiempo que pasa

Buscabas mil formas a las nubes
Y creías que las hadas dormían en la luna
No mirabas el reloj
Daba igual que fueran las tres, las dos o la una.


¿Qué ha sido de ese corazón que tanta vida guardaba?
¿De tantos sueños, de tantas ganas?
¿Quién se ha comido tu risa, que tantas penas quitaba?
¿Quién ha llenado a tus muñecas de canas?

Ahora...


Caminas por un suelo cada vez más difícil
Por una tierra cada vez más reseca y árida
Te enfrentas a los astutos acechos de las trampas
Tus pies se queman en la arena cálida

Y ya no puedes mirar atrás
Sigues buscando metas de telarañas
Pensativa, cabizbaja y solitaria
Ni siquiera la desgracia te acompaña

De pronto...

Una mirada al horizonte...
Algo asoma a través del claro monte...
Algo hierbe...
Suena...
Truena...
Rueda...
Susurro...
Murmullo...
Destello...


Es aquello que buscabas...
Otro camino soñador...
Otro corazón caminante...
Otro para caminar contigo.

Y más allá, solo queda el vacío.

Ven conmigo, amigo

Tal vez ya sea el final... o tal vez no.

Pero queda tanto por hacer...

domingo, 23 de mayo de 2010

Aunque no te pueda ver

Si ayer tuviste un día gris:
Tranquila, yo haré canciones para ver
Si así consigo hacerte sonreír.
Si lo que quieres es huir,
Camina, yo haré canciones para ver
Si así consigo fuerzas pa' vivir.
No tengo más motivos para darte
Que este miedo que me da
El no volver a verte nunca más...
Creo ver la lluvia caer, en mi ventana te veo,
Pero no está lloviendo,
No es más que un reflejo de mi pensamiento,
Hoy te echo de menos... yo sólo quiero hacerte saber,
Amiga, estés donde estés,
Que si te falta el aliento, yo te lo daré
Y si te sientes sola, háblame,
Que te estaré escuchando aunque no te pueda ver,
Aunque no te pueda ver...
De tantas cosas que perdí, diría
Que sólo guardo lo que fue
Mágico tiempo que nació un abril...
Miradas tristes sobre mí se anidan
Y se hacen parte de mi piel,
Ahora siempre llueve, porque estoy sin ti...
No tengo más motivos para darte que esta fría soledad,
Que necesito darte tantas cosas más...
Creo ver la lluvia caer, en mi ventana te veo,
Pero no está lloviendo,
No es más que un reflejo de mi pensamiento,
Hoy te echo de menos... yo sólo quiero hacerte saber,
Amiga, estés donde estés,
Que si te falta el aliento, yo te lo daré
Y si te sientes sola, háblame,
Que te estaré escuchando aunque no te pueda ver,
Aunque no te pueda ver...
Alex Ubago

sábado, 15 de mayo de 2010

Historias bajo un almendro


Él estaba demasiado ocupado... siempre lo estaba

Daba igual la hora, o el día... nunca lo pillaba a solas, aburrido o entristecido... Su sonrisa era su característica principal. Me había dado cuenta de que se podía vislumbrar el mundo a través de ella. Un mundo tan diferente pero a la vez tan parecido al mío. 

Sabía que no habíamos vivido lo mismo, ni en las mismas circunstancias, y que nuestro carácter se había forjado de acuerdo al ambiente en el que habíamos crecido. Éramos dos almas opuestas desde el principio, una pareja fuera de lo normal. Y sin embargo, nos complementábamos a la perfección. Un día, en una de esas conversaciones que teníamos en nuestros largos paseos en bici, yo le preguntaba:
-Ted... ¿Crees que puede surgir la amistad entre una mariposa inquieta y un sapo observador?
-Sí- me respondía, con sus habitual sonrisa pícara. Y era entonces cuando me miraba de aquella manera que solo él sabía hacerlo, indagando en el interior de mi corazón, aquel corazón que conocía tan bien. No temía utilizar metáforas con él, las pillaba mucho antes de que yo las terminara de decir. Yo creo que los dos hemos pensado siempre lo mismo. Así que, tal vez no fuéramos tan diferentes...

Nunca amé a nadie como amé a aquel muchacho. El cariño que le tenía sobrepasaba todos los límites. Ni siquiera la palabra AMOR abarcaba todo lo que yo sentía por él. Era cálido como un primaveral rayo de sol, y sus palabras conseguían curar, en ocasiones, mi corazón roto y cansado de luchar. Pero yo le necesitaba a cada hora, a cada instante.Y él... él estaba siempre ocupado.

Nos echábamos sobre el césped y escribíamos historias en las nubes, como dos poetas, rebeldes y aburridos del lápiz y del papel. No soñábamos, hacíamos planes. No hablábamos, intercambiabamos palabras. Ni siquiera éramos novios. Sólo dos amigos, cansados de la vida, del amor y de los sueños imposibles. Reíamos mucho y, de vez en cuando, yo lloraba. Y digo yo lloraba porque él nunca lo hacía. Increíblemente, en tres años nunca le ví derramar una sola lágrima. Yo le preguntaba el por qué nunca estaba triste, pero el siempre decía que el no llorar no significa no sentir tristeza. Y tampoco es, ni mucho menos, signo de valentía. Tal vez, más bien, de debilidad. Pero él sonreía porque sabía que con ello hacía feliz a la gente. Y era cierto. Me hizo prometerle que yo también lo haría a lo largo de mi vida...y yo le pedí, a cambio, que le contara nuestras historias al mundo y que después, volviera al mismo lugar, debajo de aquel almendro, para que no me sintiera nunca sola.



Han pasado muchos años. No sé ni siquiera el por qué recuerdo ahora esto. Tal vez porque sé que llega el final de mi vida, y me viene a la memoria todo aquello que he perdido por culpa de ese monstruo que es el tiempo. Aún recuerdo aquellos dos pequeños ojos oscuros, aquel pelo castaño, tan claro como su corazón... y aquella sonrisa sincera que tanto me hizo volar. Siento todavía el olor a hierba, la brisa del viento, la caricia del sol... en aquellas intensas y breves tardes que renovaron nuestras vidas. Me veo muy cambiada a como yo era entonces. He pasado por muchas dificultades, como todo el mundo. Pero si de algo me siento orgullosa es de que siempre lo he afrontado todo con una sonrisa en los labios, tal y como le prometí. 

Me pregunto si él habrá conseguido también mantener su promesa... Por si acaso, le seguiré esperando aquí mismo, debajo de este viejo almendro, al menos el tiempo que me permita la vida.



Alice Poppy murió aquella misma tarde, el 27 de octubre de 1987, en el mismo lugar donde escribió sus últimas palabras. Esta carta llegó a manos de Ted Doyle un mes después. Él, que se había convertido en un famoso escritor de literatura juvenil, introdujo la carta de su amiga Alice en una de sus historias. Antes de morir, pidió que le enterraran bajo aquel almendro, donde ella llevaba tantos años esperándole. Y, asombrosamente, su amiga todavía seguía allí.

jueves, 13 de mayo de 2010

Motivos de un sentimiento...

No se le buscan motivos a los sentimientos... Siempre se ha dicho que el corazón tiene razones que la razón no entiende. Pero hoy, en 5 minutos, ambos han coincidido.

5 minutos...

5 minutos que cambiaron la historia

No se trata de fútbol... ni de deporte... ni siquiera se trata de un equipo...

Es otra cosa... un estilo de vida, tal vez.



En 5 minutos despierta Neptuno. Y se inunda el Manzanares. Porque, en esos 5 minutos, se derraman todas las lágrimas... pero esta vez, por fin, después de tanto tiempo, son de felicidad... No se llora  por el triunfo. Se llora por todo lo que hemos pasado para llegar hasta aquí. Por el año en el descenso, por los años en tierra de nadie, por las humillaciones. Se llora por todos aquellos que los hemos apoyado desde que nacimos y por lo que hemos sufrido. Se llora por las miles de personas que los apoyaron en vida y que ahora también lloran desde arriba. Se llora por los niños que, por fin hoy, han entendido el por qué somos del Atleti. Se llora por los miles de corazones que botaron al unísono. Por las millones de gargantas que gritaron a la vez y por aquellas que ni siquiera pudieron articular sonido de la emoción.



En 5 minutos, un uruguayo rubio hizo subir los decibelios y temblar el mundo. Y empiezan a salir, desde cada rincón del planeta, millones de atléticos que llevaban mucho tiempo escondidos. Otros, que nunca nos hemos ocultado, sonreímos al ver que no estábamos tan solos como parecía.


En 5 minutos, doce mil bufandas rozan el cielo de Hamburgo.

Esas doce mil almas con los colores rojo y blanco tatuados a la espalda, que desafiaron al volcán, y a lo que hiciera falta, para poder volar al cielo europeo de nuevo. Y todos los que nos quedamos en casa, creamos en nuestro corazón un pequeño Hamburgo, para poder sentir de cerca el coraje, la garra, el arte... en definitiva, el Atleti. Un corazón rojiblanco que bombea acelerado por la ilusión, por el sentimiento, por la emoción...

Esta noche, Hamburgo es rojiblanca. Madrid es rojiblanca. España es rojiblanca.

Y yo no puedo evitar que se me escape alguna lágrima. Y que recuerde la primera vez que escuché la palabra Atleti. Y a la persona que me lo dijo. Y que ya no está aquí para poder gritar conmigo. Pero yo lloro de alegría, porque sé que hoy, gracias a él y a otros muchos más, el cielo, también es rojiblanco.



Y sí, esa de ahí, soy yo xD

miércoles, 5 de mayo de 2010

La muñeca de la cajita de música


Había una vez, hace algún tiempo, en un pequeño pueblecito austriaco, una niña a la que le encantaba bailar. Su mayor sueño era poder actuar en los escenarios más lujosos y famosos del mundo y que su talento fuera reconocido y admirado por todos. Sin embargo, era muy pobre y su familia no podía permitirse pagarle una academia. Trabajaba como bailarina en un circo, para ganarse la vida y ayudar a su familia, pero esto a ella no le hacía feliz.

Un día, en una de sus funciones, un joven rico y poderoso del lugar, se fijó en la muchacha y se enamoró de ella. Este hombre era perverso y se decía que dominaba la magia negra. Pero prometió a la niña pagarle unos estudios de danza si se casaba con él y ella, tan desesperada y deseosa estaba por bailar, que aceptó. Así fue como la niña, con 15 años, se encontró casada con aquel hombre, que cumplió su promesa, y le consiguió una plaza en una prestigiosa academia de baile.  Después de algunos años de mucho esfuerzo y dedicación, la niña cumplió su sueño. Se convirtió en una de las bailarinas más conocidas y admiradas del planeta. Bailó en todos los grandes escenarios: Moscú, París, Milán, Viena... trabajó en las mejores compañías y con los mejores coreógrafos y su fama se extendió por todo el mundo... era, sin duda, todo cuanto ella había deseado.

Pero un día, esta niña inocente y soñadora, se convirtió en una persona egoísta y vanidosa. La fama la cegó. Solo era capaz de amarse a sí misma. Odiaba y criticaba a todo aquel que no la adorase y admirase. Pensó que ya no necesitaba a nada ni a nadie para ser feliz, así que olvidó a su familia y apartó a sus amigos. Se convirtió en una joven tan irritable que perdió a todas las personas que la habían querido, y quedó totalmente sola. Cuando vio que sus ganancias eran suficientes como para ser totalmente independiente, abandonó también a su marido. Pero éste, al que tanto le había costado conquistar el amor de la joven, no estaba dispuesto a dejarla ir tan fácilmente. Le insistió y le suplicó que no lo dejara, pero la niña ansiaba la libertad y no le escuchó. El hombre, sumido en un ataque de celos y de impotencia, decidió utilizar su magia para aplicarle un castigo ejemplar: la convirtió en muñeca y la condenó a una existencia triste y desoladora en el interior de una cajita de música. Sólo le concedió una pequeña tregua: podía salir de la caja todas las noches de luna llena, para que, desde su mesilla de noche, el brujo pudiera seguir contemplando a aquella muchacha a la que él tanto amaba.

Pues bien...esa muñeca... esa niña... soy yo. Yo soy aquella joven codiciosa, castigada por su vanidad, a un brutal y atroz destino. Yo soy aquella muchacha que cumplió su sueño y perdió todo por ambicionar demasiado.

Yo soy la muñeca prisionera.

Mi corazón, antes joven y vivo, está ahora triste, viejo y cansado. Mi único consuelo son estas noches de luna llena en las que, como hoy, escapo de la caja y bailo bajo luz de las estrellas... para recordar viejos tiempos...
Sin embargo, al ponerse el sol, volveré a mi cárcel, a mi condena.... a dar vueltas y vueltas en una cajita de música... donde seguiré bailando...durante toda la eternidad....