sábado, 27 de noviembre de 2010

Entre la niebla...




Cuenta la leyenda que más allá de nuestro mundo, en los límites de lo real y lo irreal, allá donde el cielo se junta con el mar y el alba mezcla su primer albor con el último reflejo de la luna… existe una tierra donde todo es perfecto y puro, como en los principios de la Creación, y donde los sueños son realidades y las realidades, sueños. Es un mundo creado por y para los apartados de nuestra sociedad dominada por el poder y la ambición. Un mundo para los románticos, para los poetas, para los soñadores, para los intrépidos, para los espíritus libres, para los que creen en la magia, para los que lloran y sienten, para los que aún se emocionan escuchando una canción o leyendo alguna historia. Para los que no encuentran su lugar, para los que están solos, prisioneros, incapaces de reír. Cuentan que, al llegar allí, se sienten, al fin, libres y felices. Un lugar donde los niños juegan en las calles cuando hay tormenta, donde las hadas vuelan libres entre las nubes, donde los árboles cuentan cuentos y las casas no sirven para vivir. Donde la nieve cae en primavera, donde no secuestran los sueños, donde siempre hay alguien, simplemente, mirando al cielo.

Pero ese lugar, como todo en la vida, tenía un defecto: estaba inundado por una densa niebla que ocultaba la luz del sol. Un día, una niña le preguntó al más viejo del lugar por aquella circunstancia, a lo que éste respondió:

"La niebla son todas nuestras preocupaciones, todo lo que tememos, todo lo que no deseamos tener en nuestro corazón. Aquí los problemas no desaparecen, como todo el mundo cree, sino que se transforman. Salen de nosotros mismos para ocupar un lugar material en el mundo. Y es que parece que, lo que verdaderamente nos da miedo es lo desconocido, lo que tenemos dentro del alma. Y enfrentarte a ello es mucho más fácil cuando lo tienes delante. Nunca debemos olvidar que los problemas existen y que es algo que estamos destinados a sufrir. Pero si aprendes a convivir con el dolor, a tratarlo como algo sólido y real, puede que solo entonces comprendamos que nadie está exento de sufrir y que tarde o temprano, lo tendrás que experimentar. El resto de seres humanos viven en su burbuja perfecta, en su nave de cristal construida a base de dinero, pero con un sustento débil y fácilmente corrompible. No están preparados para el dolor. Y cuando les llega, no saben cómo afrontarlo. Tú tienes la suerte de haber encontrado el camino hasta aquí. Aprovéchalo, experimenta la tristeza, solo así valorarás la verdadera felicidad"

Cuando la niña regresó a su mundo, su mamá entró en su habitación y le dijo:
"Tu abuelito ha muerto"


16/09/2009

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Detalles

Siempre he tenido interés por los detalles. He llegado a considerar que aquello tan abstracto a lo que llamamos vulgarmente "recuerdos" está compuesto de pequeñas cosas, pequeños instantes que quedan para siempre tatuados en el corazón. Y existen dos tipos de recuerdos, los malos y los buenos. Éstos últimos son los detalles.

Contemplar las estrellas, tomarse una taza de chocolate caliente en invierno, la sonrisa de un amigo, coincidir tarareando la misma canción con otra persona que tienes al lado y que no conoces de nada, el abrazo en el momento justo, una carcajada, una poesía que te hace llorar, la mirada fugaz de un amor que nace, pasear en bicicleta, las luces de los focos cuando subes al escenario, bañarte en el mar, el contacto con unas manos más cálidas que las tuyas, tu canción favorita que suena de repente en la radio, la película de tu infancia que aparece por casualidad haciendo zaping, ponerte tu sudadera preferida y darte cuenta de lo mucho que huele a tí... Muy pocas personas tienen la capacidad de percibir la dulzura, la belleza y la espontaneidad de esos momentos, que suceden en décimas de segundo y que, sin embargo, duran para toda la eternidad. Esto es porque estamos muy acostumbrados a ellos.

Los detalles enriquecen nuestra vida con pequeñas dosis de felicidad. Y es que la felicidad no viene de golpe, como algunos creen. Y cuando viene de esta manera, cuidado, es malo. Porque la felicidad es tan fugaz como un azucarillo, y el ser humano, inconformista como nada. No existe la felicidad completa. Solo pequeños regalos que nos da nuestra existencia y que nos forman la memoria, los recuerdos, para volver a ellos en los momentos duros y tristes. Y si la primera vez que escuchas una canción está pasando algo a tu alrededor, siempre que la escuches te va a recordar a aquello. Continuamente, para bien o para mal. Porque las primeras veces siempre suelen ser las que más se recuerdan, puesto que la primera película que te emociona, el primer beso, el primer abrazo, la primera actuación, la primera sudadera o el primer amigo, crean un precedente que nunca se puede borrar. Y continuamente vas a vivir intentando superar aquel primer instante... pero nunca, nunca lo conseguirás, lo que te provocará vivir en un estado de insatisfacción continua o bien en simple resignación. Por este motivo, es ahora, en este momento de nuestras vidas, repleto de primeras veces y de primeros detalles, en el que hay que vivir esas pequeñas experiencias que, más tarde, recordaremos para siempre. Esa es la única buena herencia que podemos dejar en el mundo. Más allá de las posesiones materiales, los recuerdos que transmitamos, las anécdotas y las experiencias, ayudarán a posteriores generaciones a percibir mejor estos detalles.

Porque... ¿qué pasará cuando los detalles desaparezcan? ¿cuando todo se convierta en una rutina constante y nuestra vida parezca una continua repetición de algo que hemos vivido antes, pero que ahora lo sentimos con menor intensidad? Miedo, frustración, desesperación... o simple aburrimiento.




Y una vez más, volví a mirar aquel manto de estrellas, apoyando mi cabeza sobre su hombro, canturreando aquella vieja melodía, sonriendo, capturando aquel momento y archivándolo en mi memoria con el título "El mejor detalle de mi vida"

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Sangre de Artista

El Artista sonríe.

Sonríe... y quiere
Quiere... y ama
Ama... y siente
Siente...  y transmite

Hace llorar y temblar con cada nota, con cada frase, con cada subida y con cada bajada. Con cada latido de su corazón. Porque todo lo que hace, lo hace con amor. Con empeño y con sentido, con trabajo y con corazón. Representamos la ilusión, la juventud, el talento y los sueños. A pesar de todas las trabas y a los muchos impresvistos.

Porque, al parecer, el mundo no se da cuenta de que nosotros nunca podremos ser buenos científicos, médicos, maestros, bomberos, ni astronautas, ni famosos del corazón...  nosotros solamente somos ARTISTAS, esa es nuestra profesión y lo que nos hace sentir bien. Nuestro trabajo no se encuentra en las oficinas, ni en las universidades... somos poetas, músicos, actores, bailarines, y nuestro lugar preferido es el escenario. Es ahí donde podemos ser nosotros mismos, sin necesidad de cohibirse, sin necesidad de censura. Es frente al público donde aparecen nuestras mejores armas.

Pero artista se es dentro y fuera del escenario. El mejor artista es aquel que, no solo hace arte, sino TRANSMITE, SIENTE y RESPIRA arte. El artista es observador, y percibe aquellas cosas que pasan desapercibidas por el resto del mundo. Y el artista se identifica porque marca la diferencia allá donde va. Camina, mira, piensa y siente de manera diferente. Porque todo el mundo puede aprender a cantar, a tocar, a bailar, a actuar... pero no todo el mundo tiene la mirada, la perseverancia, la humildad, la lucha constante y las ganas de aprender. En resumen, no todo el mundo tiene talento, ("enganche" que llaman en mi pueblo). Sí, es así, lo siento. Y no es egocentrismo. Tampoco es un sentimiento romántico que nos hace sentir continuamente incomprendidos, diferentes, atacados y especiales. Simplemente es la verdad. No todo el mundo puede transmitir, y no todo el mundo tiene la capacidad de emocionar, de hacer llorar. Y el buen artista hace vibrar y consigue tocar la fibra de aquellos corazones más duros, rotos, tristes y desvalidos. Pero somos artistas discriminados, en este mundo en el que solo se valora a aquellos que "inventan cosas", en el que la cultura está totalmente obsoleta y defenestrada, y que solo se tiene como "artistas" a cuatro mindundis que aparecen en la televisión, mientras que los verdaderos ARTISTAS se encuentran en la calle, buscando oportunidades. Pero sabemos que la calidad siempre vence, siempre aflora y siempre gana. Aunque no consigamos la fama, tampoco es el objetivo. Lo máximo a lo que aspiramos es a despertar aplausos y emociones. Ése es nuestro alimento y nuestro aliento.

Porque entre artistas, todo es posible. Soñaremos para siempre, dentro y fuera de los escenarios. Porque soñando se vive mejor, con soñadores se aprender a vivir y entre sueños construimos la ilusión de la vida.


 


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Libertad

Hay un tipo de seguridad que solo se tiene una vez en la vida. Esa seguridad se llama presentimiento. Pero no uno cualquiera, no. Un presentimiento de verdad, ese que te impulsa a pensar y a actuar de manera irracional, pero terriblemente satisfactoria. Las cosas pasan y yo sé por qué.

Bajo el cielo, en el mundo de los mortales, nada es casualidad. Algo te hace sentir, hay algo que te mueve el alma, no somos solamente un conjunto de huesos y músculos y un cerebro que piensa por nosotros.  Porque muchas veces no es la razón, sino el instinto, lo que te hace ser más fuerte, confiar en tí mismo... o, por el contrario, si fracasas, te hace derrumbarte y volver a renacer de tus cenizas. Si te equivocas no importa, porque son TUS equivocaciones. Y he decidido que no estoy dispuesta a que los demás dirijan mi vida con los consejitos de "te lo digo por experiencia" Y sí, es cierto. Ahora, odio los consejos, y la experiencia. Nunca más daré consejos porque detesto que me los den a mí. Nada ni nadie tiene derecho a darme consejos ¿para qué?... nadie conoce a alguien tan bien como se conoce a uno mismo... y nadie es capaz de saber lo que es bueno y lo que es malo para el que tiene al lado, mejor que lo que es bueno y lo malo para él. Siempre, claro está, que se tenga una madurez suficiente como para confiar en tus decisiones y en tus presentimientos. Nunca más hablaré de experiencia, porque si alguien ha tenido experiencia es porque ha actuado según su propio criterio y se lo han permitido, o porque la vida le ha guiado por caminos turbulentos y no les quedó otro remedio,  y si a mí no me dejan hacerlo y siguen intentando protegerme de la realidad, nunca podré tener experiencia y nunca podré conocer mis límites. Porque eso sí, yo no sé hasta dónde puedo llegar, no sé donde están mis extremos y limitaciones... pero lo poco que sé, es que lo sé mejor que los demás. Me conozco y sé como soy. Y nadie nunca podrá presumir de que me conoce tan bien como yo.


Así que deja de temer por mí. Quiero equivocarme. Deja de encadenarme en el corazón, abre la jaula y déjame volar. Me gustaría saber lo que se siente cuando se obedece a los impulsos. Me cansé de reprimir mis deseos, ahora actuaré... y sí, actuaré mal. Y sí, me equivocaré. Pero déjame equivocarme. Permíteme, por una vez, responder a la llamada de mis presentimientos. Quiero vivir el presente, dejar atrás el pasado y no pensar en mi futuro. Pase lo que pase, alguien escribió nuestro destino en las estrellas, y mi destino es estar allí. Y no creo que ni yo ni ningún ser humano, sea nadie para intentar cambiarlo.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Lluvia...

Eran las cinco de la tarde de una fría tarde de invierno. Ella se dispuso, como cada día, dar su paseo habitual. Cogió su viejo chubasquero amarillo, se enfundó sus botas, se subió sobre su bicicleta y se puso el MP3. Su canción favorita comenzó a sonar de manera estridente en sus oídos. Abrió la puerta de la cochera. Llovía. Llovía muchísimo. Mejor. Se puso la capucha del chubasquero y se adentró en el diluvio.

Pedaleó, pedaleó con fuerza, como nunca lo había echo. Siempre que salía era para pasear tranquilamente, sola y sin que nadie la molestara, por algún paraje cercano a la ciudad. Pero hoy cambiaría su ruta. Su corazón se había despertado rebelde y con ganas de salir de la vida rutinaria y vacía que le provocaba su inexistencia interior. Por el camino, pensó en todo aquello que había callado, en lo que había reprimido dentro de sí misma durante tanto tiempo y que hoy, por fin, saldrá disparado hacia ese ÚNICO destinatario. Porque ella, tan extrovertida, tan abierta y transparente, nunca había guardado ningún secreto de sí misma. Más que nada, porque nunca supo cómo hacerlo. Siempre tuvo a su alrededor gente en la que confiaba y a la que contaba hasta lo más simple que le ocurría.

Pero llegó el día en el que se dió cuenta de algo... Algo que sentía y que la avergonzaba terriblemente. Algo que nunca creyó que podría surgir, pero que su alma le gritaba a gritos que estaba ocurriendo. Algo que la hacía sufrir, que le provocaba miedo y horror de sí misma. Y ese algo, lo guardó, lo escondió e intentó borrarlo definitivamente de su mente. Pero, después de mucho tiempo, se dió cuenta de que no podía seguir luchando contra su destino. Se cansó de guardar sus lágrimas en un sucio y mugroso vaso de cristal. En ese momento, le daba todo igual... ¿Y qué si sale mal? ¿Y qué si luego se arrepiente? ¿Y qué si se arriesga a perderlo todo? ¿Y qué si la gente dice que no es lo correcto? Llegan momentos en la vida en los que tienes que arriesgarte y tirarte a la piscina. Y ella lo estaba haciendo en ese preciso instante.

Para cuando llegó su destino, ya había anochecido. Aparcó la bicicleta y se echó mano al bolsillo. Todo seguía en orden. Se acercó a la casa y llamó al timbre. No quería irrumpir en mitad de la noche sin avisar. Había que ser educada. Además, ella sabía que no abriría nadie que no fuera Él. Últimamente, era muy dada a prevenir las cosas por puros instintos. Y, efectivamente, no falló.

Él apareció al otro lado de la estrecha puerta de madera. Su rostro pasó por diversas expresiones en muy pocos segundos. Primero, sorpresa, luego, alegría, después, terror, y por último... inexpresión.



 Ella le sonrió, metió la mano en su bolsillo, sacó el arma y disparó.












Y, una vez más, no falló.

Suena...