lunes, 11 de octubre de 2010

Río abajo...

Bajo un manto de estrellas, sobre una barquita de madera y con los pensamientos dispersos por las aguas. Navego sin rumbo fijo desde hace tiempo. Dando vueltas y vueltas por los mismos límites de siempre. Río abajo, dos mundos se abren a mi paso.

Reconozco que el nuevo me llama, despierta mi curiosidad. Es arriesgado, impredecible, pero también oscuro y desconocido. Cuando lo miro echo en falta la claridad del antiguo, por el que tantas veces intenté pasar. Y es que todavía sigue ahí, asomando tímidamente sus ramas, como si de una planta agonizante se tratase. Tan perfecto, tan tentador, tan soñador como el primer día. Me llamó tanto la atención que ni siquiera me fijé que tenía otro al lado. Sigue ahí ese camino destinado a sentir mis pasos sobre su hierba, mi aliento sobre su aire, mis lágrimas sobre sus aguas..  pero que, sin embargo, resultó demasiado pesado y difícil para mí... o tal vez no me vio merecedora de conocer sus secretos. Sea como fuere, me desechó como un trapo viejo y me cambió por nuevos caminantes, jóvenes e inquietos, capaces de hacer cualquier cosa por conseguir un sueño. Porque eso es lo que le distingue del otro: los sueños... Es un mundo hecho para destruir soñadores. Les alienta, les tienta y, cuando creen que están a punto de conseguirlo, se desvanece y te vuelve a dejar perdido. El nuevo, en cambio, te enseña el mundo tal y como es. No engaña, no miente, no finje. Simplemente te ataca con verdades.

No me decido por uno. No por temor, sino porque creo que no es necesario elegir. Es posible que pueda vivir con ambos caminos a mis espaldas. La imposibilidad no existe para los locos. Tampoco la vergüenza, ni el miedo, ni el disparate. Sólo existe el ansia de felicidad, de conocer, de entregarse sin temor a aquello que piensas te conduce hasta el más eterno deseo del hombre: la inmortalidad.

Por eso escribo. Escribo para ser inmortal. Escribo para contarte que no quiero decidirme... que prefiero seguir dejando caer mis tímidas letras en la orilla, antes que destruirlas por completo y olvidarme de soñar. No me importa que me llames tonta o irresponsable. Es más, tal vez lo sea. Pero al menos, sé que aquí no conseguirán nunca borrarme la sonrisa. Y esa, al fin y al cabo, es la mayor responsabilidad que tengo en la vida.

http://www.youtube.com/watch?v=hVVSpA5kfHA

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