Y ahora, por desgracia, siento que sí lo es. El adiós me llegó cuando menos lo deseaba. Cuando más quería permanecer allí, aislada, alejada. Cuando estaba a punto de olvidar todos mis errores, mis fatigas... y mis miedos. A veces, cuando cerraba los ojos, en la oscuridad, temblaba al pensar en todo lo que tendría que enfrentarme cuando regresara a la realidad. Y ahora estoy aquí de nuevo, mirándome al espejo de mis recuerdos. Y siento que, para bien o para mal, nada ha cambiado. O sí. Es posible que ahora todo sea distinto y que yo sea la única que haya permanecido imperturbable al paso del tiempo. O por el contrario, puede que todo siga igual y sea yo la que ya no es la misma.
Ahora puedo ver las cosas de una manera distinta, más humana, más sencilla. He aprendido que todo es mucho más fácil de lo que pensamos en un principio. Que fui una loca que se arrojó a un precipicio. Que no merece la pena luchar en batallas perdidas. Que los ideales de las personas cambian a lo largo de la vida. Y que, al fin y al cabo, cada uno se forja su propio destino. Y nadie puede intentar cambiartelo.
Ahora inicio un nuevo sueño. Una nueva ilusión. Y una nueva vida. ¿Rumbo? Las estrellas ¿Destino? La felicidad
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