El ser humano tiene una increíble capacidad para la autodestrucción. Todos los hombres tienden a pensar que la felicidad está en las grandes metas, lejanas, prácticamente inalcanzables... y luchan día a día para conseguir llegar hasta ellas y, obcecados por su deseo, se niegan a ver las "pequeñas" cosas cercanas, que tienen día a día a su alrededor. Cuando pasa el tiempo, y no han conseguido su sueño, irremediablemente, surge en ellos una horrible sensación de decepción, fracaso y tristeza. Y es entonces cuando echan la vista atrás y se dan cuenta de todo lo que han perdido por perseguir metas imaginarias. De todos los momentos y todas las personas que se han esfumado, así, sin más, sin que nadie los recuerde, sin que nadie se de cuenta de que han estado ahí, sin que nadie haya valorado su presencia.
Pero nadie se da cuenta a tiempo de que la felicidad consiste, simplemente, en estar vivo. En tener un amigo. En una sonrisa. En una mañana, en una tarde, en una noche. En poder ver las estrellas, escuchar una música, tocar una mano cálida, oler un perfume, saborear un furtivo beso... Cada instante de nuestra fugaz existencia es un regalo que desaprovechamos continuamente buscando cosas que no existen. No. Una vida perfecta, sin preocupaciones, sin responsabilidades, haciendo solo lo que nos gusta, no existe. Son las pequeñas cosas imperfectas que están a nuestro lado las que nos regalan, cada día, una vida especial.
Buenísimo! y además, estoy muy de acuerdo.
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