Suena... La vie en Rose (Quiéreme si te atreves)
Y allí estaban de nuevo, como dos niñitos, bajo la lluvia, el día de Navidad. Las calles estaban desangeladas, solitarias, cubiertas de nieve mojada, de tejados blancos. En las ventanas se veían luces, alegría, felicidad y hogueras que repartían calor a todas las familias. Y ellos, otra vez, afuera, y de nuevo, riéndose del mundo.
En realidad, se necesitaban. Eran dos idiotas. Él, un inconsciente y ella una loquita. A él, la sonrisa de ella le hacía creer en sí mismo, levantarse y querer ser feliz. A ella, la sensibilidad y la transparencia de él le hacía ver las cosas desde una perspectiva menos fría y más humana. Y los dos iban siempre a contracorriente.
¿Por qué quedarse en casa en la noche de Navidad? Era la más perfecta del año para pasear, para contemplar, para jugar, para soñar... Y es que, cuando no hay ni un alma a tu alrededor, cuando los coches han dejado de circular, cuando los árboles se han olvidado de respirar y los charcos en el suelo distorsionan la realidad, las cosas se piensan y se sienten de manera diferente, más íntima, más peligrosa, más extrema. Así vivían ellos, al límite entre lo real y lo irreal. Entre lo posible y lo imposible. Buscando siempre el detalle más pequeño, en ese mundo en el que vivían, que se les hacía tan inmenso, tan abstracto, tan estúpido. Cantando e inventando historias absurdas, plasmándose a ellos mismos en sus personajes. Odiándo hacerse mayores. Riendo y llorando a la vez, durante horas.
Subidos a un tejado, aferrados de las manos, con la cabeza de ella sobre el hombro de él, los dos mirando al cielo y contándo sus huellas en la nieve. Así terminaron su noche de Navidad.
Y nadie, nadie les echó de menos
Oye no te lo había dicho hasta ahora, pero me gusta mucho que acompañes las historias con música, con imágenes también, xo la música mola más! (sobre todo si es Saratoga ;) )
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