Suena...The Meadow (BSO New Moon)
Tus pies anunciaban la magia de una nueva canción.
Los saltos te hacían volar y rozar las estrellas con la punta de los dedos. Los vestidos acompañaban tu cuerpo ligeramente, sin presionarlo, sin excederlo, amoldándose a tu figura de forma natural e improvisada. Volteabas la cabeza y mirabas al frente de manera pícara y abismal. Hacia la inmensidad y la oscuridad de aquel alejado bosque, al que cada noche escapabas a bailar.
Te enamoraste de ese espacio triste y vacío, cuya brisa te acariciaba tan suavemente cuando danzabas a su lado. Los árboles se encapricharon contigo y acompañaban tus compases con el vaivén de sus hojas. Tus brazos tejían un manto de luciérnagas a su paso y el arqueo de tu espalda indicaba el camino hacia la libertad. Cuando la lluvia caía, las gotitas de agua se enredaban en tus rizados cabellos y se deslizaban lentamente por tus frías mejillas, formando parte de cada uno de tus movimientos. Desesperabas al rudo suelo con la fuerza de tus piernas y con tu elegancia, matabas de envidia a las sirenas, a las hadas y a las estrellas, que solo podían aspirar a parecerse a tí.
Te acostumbraste a danzar en mitad de la nada, alejada de cualquier lugar. A llorar mientras lo hacías, y a sentir felicidad. Princesa de los movimientos, maga de la inmensidad. Encontraste el equilibrio entre fantasía y realidad. El punto más alto del cielo conocía tu nombre. Porque hacia él has volado muchas veces, ansiando despertar a la luna con el roce de tus dedos, a la reina del cielo. No necesitabas la luz de un gran escenario, te bastaba con la que ella te brindaba cada noche, acogiendote en su seno como si de una madre se tratara. Aquella que tú no llegaste a conocer y de la que solo heredaste unas zapatillas de ballet, a las que entregaste toda tu alma.
Y ahora, ellas se han ido. Con ellas desapareció tu magia, tu esencia, tus ansias de volar. Se marchó la bailarina de los ojos profundos, de la cara pálida, y los piececillos gastados. Se fue su sustento, su alma, lo que hacía latir su inocente y golpeado corazón.
Ahora deambula descalza por el mundo de los mortales, sin saber qué hacer, adónde ir, qué camino tomar...
Tal vez nunca llegue a acostumbrarse a dejar de bailar... o tal vez alguien, algún día, le regale unas zapatillas nuevas. Mientras tanto, ella seguirá mirando con envidia a las demás, encerrada en la cajita de música de alguna niña del lugar. Contemplando desde los sueños a aquellas que aún tienen alas para volar. Buscando su alma... en lo más profundo del mar.
Dedicado a todas aquellas que han sentido alguna vez lo que significa bailar, en especial a mis princesitas Marta e Inma. Con ellas he aprendido que no sirve de nada ejecutar bien un movimiento si éstos no salen directamente del corazón.
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