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Este artículo ha conseguido llamar mi atención sobre todos los demás, pues me ha sorprendido la información y me parece algo curioso, por eso he decidido comentarlo.
Habla sobre una sustancia llamada dopamina que segrega el cerebro y que es alterado por las sorpresas buenas o malas. La dopamina es responsable del efecto adictivo que tienen sobre nosotros algunas drogas (como la cocaína) pero también otros "vicios" como las series de televisión o las telenovelas.
No es algo nuevo para nosotros. En la televisión, estamos continuamente expuestos a la manipulación de nuestras emociones para conseguir audiencia, por ejemplo, los numerosos mensajes subliminales en la publicidad. Los productores de televisión no iban a ser menos, y utilizan técnicas científicas avanzadas para conseguir "enganchar" a la gente a un argumento. Es admirable y a la vez inquietante comprobar cómo son capaces de controlar nuestros estados de ánimo y nuestro cerebro con tanta facilidad. Y es que los avances en la ciencia, si son utilizados con intereses particulares, pueden ser realmente peligrosos. Hoy en día ya se conocen las técnicas para que, una vez que veas un capítulo de una serie o una telenovela, aunque sea realmente mala y en realidad no te guste la historia, no seas capaz de perderte ni una sola entrega de las siguientes, por el deseo y las ansias de saber, simplemente, qué va a pasarle a fulanita, menganita, si pepito murió de verdad...
A pesar de la gravedad que tiene este asunto (atenta contra nuestra libertad de decisión) la mayoría de nosotros nos lo tomamos como algo positivo. Es algo ligado, por ejemplo, y salvando las distancias, al tabaco, el alcohol, o las drogas ¿Qué más da si nos privan de nuestra autonomía, si a cambio nos proporcionan placer o diversión? Es cierto que a todos nos gusta los libros que no eres capaz de soltar en meses, o las series que dan giros de argumentos y cada día descubres alguna información diferente. Al fin y al cabo, si no, no habría negocio. No existiría la televisión, al menos no tal y como la conocemos, pues sería algo aburrido y monótono. Por tanto, es evidente que tiene una gran parte positiva, pues nos hace nuestra propia vida más interesante, pero siempre siendo conscientes de qué estamos viendo y por qué estamos viendolo.
Pero informaciones como éstas deben abrirnos los ojos y advertirnos hasta qué punto somos libres cuando encendemos la "caja tonta". Que de "tonta" tiene lo que yo de astronauta, puesto que, si es capaz de controlar nuestros niveles de dopamina, y nos priva de elegir qué canal de televisión poner, o qué libro escoger, está controlando también nuestra libertad y poder de decisión. No es algo aparentemente peligroso, no deja de ser una técnica "inocente" para competir entre las series policíacas y de aventuras tan extendidas hoy día, pero siempre si nos lo tomamos con tranquilidad y precaución y si somos conscientes que nuestra felicidad y bienestar no depende exclusivamente de saber cómo termina una serie. Hay que saber hasta donde llega el placer y la diversión y hasta donde la dependencia y la manipulación. ¿Cómo? Prueba a dar un paseo por el campo el día que pongan tu serie favorita. Si eres capaz de hacerlo tranquilamente, sin pensar en lo que te estás perdiendo, sabrás entonces si ves la serie por diversión y por pasar el rato o porque realmente la serie se a apoderado de tí y te ha creado una grave vinculación que no te permite hacer otra cosa durante ese horario. Muchos nos sorprenderíamos de la gran sujeción que tenemos a las rutinas de la televisión. Y eso que hasta ahora pensábamos que veíamos las novelas porquen nos gustaban y las series porque ganaban nuestro cariño y atención con los únicos méritos de los redactores y actores. Aunque también sería interesante analizar el poder que puede tener una superestrella para el lanzamiento de una serie. Pero ese ya será otro tema.
Tamara toribio
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