Escribo este artículo para defender que el mundo de los jóvenes, al contrario de lo que la mayoría de la gente piensa, no está totalmente dominado por el alcohol, el tabaco, las drogas, la violencia...
Entre nosotros también existen valores, como la solidaridad, que se manifiesta de distintas maneras en cada uno de nosotros, pero todas tienen algo en común: intentan demostrar que, a pesar de ser joven y no tener muchos recursos y posibilidades económicas, todos podemos ayudar, haciendo lo que mejor sabemos y lo que más nos gusta o simplemente, para hacer felices a los demás. Y esto lo digo con conocimiento de causa y experiencia personal, ya que participo en grupos culturales de jóvenes (de teatro, venta de productos, danza, música) cuyas actuaciones son siempre con fines solidarios y nunca utilizamos el dinero que recaudamos para nosotros mismos, a pesar de que carecemos de subvenciones. Colaboramos en todo lo que nos piden, estamos horas y horas ensayando, sin recibir más que la satisfacción de que haremos a la gente disfrutar y ayudaremos a los que más lo necesitan. Pero la solidaridad también se ve en otros aspectos de la vida de los jóvenes, en aquel que ofrece su amistad a un inmigrante que acaba de llegar a España, en los que se acercan a los marginados y a los que no tienen amigos o en quién intenta ayudar a un compañero que pasa dificultades, que sufre la pérdida de algún familiar, o tiene algún problema físico o psicológico
Bien es cierto que todo esto también tiene su otra cara y es la pérdida total estos valores en una gran parte de la juventud actual, sin más pensamiento que el de su propio beneficio y diversión, el odio, el rencor y una forma de actuar dirigida siempre según los intereses de cada uno. Esto se debe, en mi opinión, al ambiente educacional que vivimos los jóvenes en nuestros días. ¿Qué va a pensar un chaval que ve como en su propia casa, su padre habla continuamente de que deberían echar a los inmigrantes del país, puesto que les quitan todos los puestos de trabajo? ¿y aquel al que televisión y la publicidad le incitan al consumismo, a poseer cada vez más, y que le dicen que el camino para lograr la felicidad es tener unas deportivas Nike, beber Pepsi, un ordenador Toshiba de última generación y un móvil multimedia con tecnología 3G? ¿como no vamos a ser insolidarios si nadie nos ha enseñado ni mostrado que la verdadera felicidad se encuentra en que una acción tuya sea capaz de provocar la sonrisa de una persona que lo pasa mal y que no ha tenido la suerte que tenemos nosotros?
La solución está clara: concienciación. Promover las actuaciones solidarias entre los jóvenes es tarea de todos. Se debe inculcar valores, desde las familias, pasando por los profesores y terminando entre nosotros, el grupo de amigos.
Debemos darnos cuenta de que nosotros tenemos en nuestra mano cambiar el mundo. Variar, por una vez, la tendencia negativa. Demostrarles que mienten cuando dicen que la sociedad se va al carajo con las nuevas generaciones.
Si cada uno aporta su granito de arena... y pone a disposición de los demás lo mejor que tiene, lo mejor que sabe hacer, podemos eliminar la pobreza, la injusticia, el racismo, la discriminación… Solo dos palabras: tolerancia y compromiso.
Tamara Toribio
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