Desde su creación, hace ya más de 16 años, la UE, a través de diferentes iniciativas, ha conseguido numerosos logros para el continente Europeo y sobretodo para los países que forman parte de ella. Uno de los más importantes es que ha conseguido abrir el mundo a los jóvenes. Antes era impensable que un estudiante común, sin posibilidades económicas ni un talento sobrenatural, pudiera traspasar la frontera y los límites de su país para alcanzar nuevas metas, nuevos horizontes, conocer otras formas de vida, otras culturas… Todo esto se ha hecho realidad, por ejemplo, con el programa ERASMUS, que tras 22 años en funcionamiento, ha conseguido que los jóvenes tengan la oportunidad de extrapolar sus conocimientos y adquirir experiencias que posteriormente son enormemente útiles para la vida profesional. Numerosas son las becas que cada año se reparten por las ciudades, los pueblos, los institutos, universidades, de intercambios con otros países, becas de estudio de lenguas extranjeras para las vacaciones en otros lugares… etc.
Es cierto que, desde la misma Unión Europea se está intentando que la juventud sea una etapa no de inestabilidad, indecisión o inmadurez (lo que podríamos llamar vulgarmente “edad del pavo”) sino un periodo en el que se recojan experiencias vitales, se cometan errores y se adquiera madurez antes de saltar al mundo como ciudadanos “modernos y europeos” . Es de valorar el esfuerzo que se hace año tras año para impulsar a los jóvenes hacia el futuro, sobretodo en una sociedad en la que cada vez la juventud está más degradada, empobrecida en valores, contaminada, consumista, independiente, egoísta y, en algunos casos, olvidada por sus propias familias y profesores. Ahora, estamos hablando de la Unión Europea en general.
Cuando hablamos de España en particular (u otros países “segundones" de la UE) como país perteneciente a la Unión Europea y que, por tanto, sus jóvenes deberían tener las mismas condiciones que el resto, la cosa cambia.Aunque aquí también llegan becas, programas ERASMUS y todas estas cosas, el problema es mucho más profundo y de raíz. Debido al enrarecido ambiente político en el que vivimos diariamente, carecemos de un acuerdo en cuanto al modelo educativo (ahora en España hay un gran debate sobre este tema), que hace perder puntos a algunos jóvenes en cuanto al resto de Europa. Y es que nosotros somos los que más sufrimos la inconsistencia y el vaivén de los constantes cambios que sufre nuestro país en este aspecto prácticamente cada año. Y es que, aunque muchos no quieran reconocerlo, sigue habiendo diferencias de gran magnitud entre los mismos países de la UE, y por tanto, también entre los jóvenes de éstos, ya que son el reflejo de la situación de cada estado. No hay más que mirar a un joven para ver en qué situación se encuentra el país al que pertenece. R.Unido, República Checa, Bélgica, Francia… son países más prósperos en materia educativa que, por ejemplo, España. ¿Significa esto que los jóvenes ingleses serán más inteligentes o aptos para la investigación, el avance, la tecnología en futuro, que los jóvenes españoles? ¿Qué tendrán más oportunidades a la hora de encontrar trabajo en el extranjero? ¿Qué serán ellos los futuros premios Nobel y nosotros quedaremos relegados a un segundo plano, a pesar de tener las mismas o mejores aptitudes que ellos? Desgraciadamente, es así.
En España los jóvenes no somos futuro, avance, progreso… sino un mero problema social, a los que hay que marear con leyes educativas distintas cada pocos años, con cambios en todos los ámbitos de nuestra vida, con prohibiciones absurdas que no erradican el problema de raíz, sino que lo bordean para ver si “cuela” entre los padres y se consigue algún voto más (véase el caso del consumo de alcohol o el aborto en menores)
Pretenden conducirnos aborregados hacia un mercado laboral que cada vez se pone más complicado para nosotros: el mercado laboral europeo. Porque nos sacan ventaja. Considerable además. En este momento la mayoría no podemos competir con el resto de los compañeros europeos. ¿O sí?
Ya que la UE apoya tanto a los jóvenes (exteriormente) con becas y viajes de estudios, podría también indagar dentro de cada país y buscar una solución para los jóvenes de los “países segundones” de la Unión Europea, y plantear de una vez por todas una ley educativa y social válida y aplicable a todos los europeos. Porque si el mercado y los puestos de trabajo se extrapolan a Europa, también debe hacerlo la educación, para que exista una competencia realmente sana y que lleguen a la cima no los que hayan nacido en un país u otro de Europa, sino los más válidos, aptos y capaces de encontrar soluciones y de avanzar.
Los jóvenes debemos ser el motor de la nueva Europa. Al fin y al cabo, está siendo creada para nosotros. ¿Por qué no vamos a poder participar en su creación?
Tamara Toribio
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