sábado, 23 de enero de 2010

Luz en la oscuridad




En aquel momento de mi vida pensaba que nada tenía sentido. Me sentía perdida en la más absoluta oscuridad.
Increíblemente, en apenas unos segundos, sentí como todo mi mundo se venía abajo... todo aquello por lo que antes me habría disgustado tanto, en esos instantes carecía de importancia. Y valoraba todo lo que tenía, ahora que lo había perdido... pobre ilusa.
Es irónico, pero en los momentos límite es cuando ves realmente cómo eres tú.
Nada de lo que antes me había sentido tan orgullosa de tener, sirve ahora para nada... ni el dinero, ni el trabajo, ni la belleza, ni el mejor fondo de armario...
Solo me tenía a mi misma. Y aquella foto de despedida.

Después de la desesperación llega la calma, te hundes en tu propia miseria, te regocijas en tu dolor, ese masoquismo exagerado de intentar ser el más desgraciado del planeta y cometes el error de pensar que eres la única persona que sufre en el mundo. Y eso te consuela. Porque te aparta de todo... y te sientes, por fin, sola

Pero siempre hay alguien... ese alguien que te abre los ojos, te da unos cachetes y te dice "¿De verdad piensas que esto es inteligente?" Te limpia las lágrimas, te levanta de la cama y te saca a pasear. Esa persona que tanto te conoce... que no pudo despedirse... y que, seguramente, será el último momento que pases a su lado.
"¿Ves aquel bosque de ahí"?
"Si"
"Ahora mira más allá, ese tímido rayo de sol... Apenas se vislumbra entre la densidad de los árboles. Sin embargo, conforme vaya avanzando la mañana, se alzará sobre ellos, mucho más poderoso, e iluminará el mundo. Tú debes hacer lo mismo. Ahora, la maleza de la tristeza oculta toda tu luz y tu felicidad. Pero poco a poco, debes ir ascendiendo sobre todo eso, poderosa, decidida, sensata, para ser ese fulgor de esperanza que todos necesitan. Tú eres más fuerte que el dolor.
Yo soy el culpable de vuestro sufrimiento. Y el responsable de elegir a la persona que hará que todos sigan adelante. Siempre has sido especial, hija mía, y eso no es fácil. Eres joven, pero lo harás bien. Tu inocencia y fortaleza hace que esté seguro de ello. Confío en tí, pequeña. No me falles"

Alzé la vista y miré aquellos dos preciosos ojos verdes como nunca antes los había mirado. Se veían tranquilos, relajados. Ya no quedaba nada de aquel brillo de dolor y de sufrimiento que tenían la última vez que los ví, en la cama de un hospital. Quería quedarme con aquella imagen para siempre. De la persona fuerte, sana y feliz que yo recordaba, a mi lado, aferrando mi mano con fuerza. Era tan real, y a la vez tan mágico, que me dio miedo. Miedo a que, de un momento a otro, todo desapareciera y yo regresara a la realidad, esa realidad tan dura y tan cruel... en la que no estaba Él.

"No temas. Nada será diferente. Yo siempre estaré a tu lado. Aunque crezcas y no me recuerdes, aunque te enojes y te caigas, no te abandonaré jamás. Recuerda mis palabras siempre: sigue adelante, hija, y sé feliz."
Sentí como su mano se aflojaba y el viento empezaba a separarnos. Y el sol ascendía. Tal y cómo él había dicho. La luz lo envolvió... y se lo llevó para siempre.

Y yo regresé. Pero regresé feliz. Ya no estaba sola ni perdida. Sabía exactamente lo que tenía que hacer. Y lo iba a conseguir. Costase lo que costase.

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